26.5.09

Entre ayer y hoy

Me pegaron un balinazo en el brazo. Me invitaron a cagar a piñas a un tipo que se hacía el gil. Un vendedor de libros me atendió de mala gana y me pidió que no le agradezca al irme. Algunas personas me hablaron mal, otras me hablaron muy bien. Un espíritu nos visitó a mi hermana y a mí.
Un ternero me dijo que no necesita 3 años para su consumo, como dice una propaganda; y agregó que, de hecho, no necesita que lo consuman tampoco, que prefiere que no le hagan esa fama.
Arreglé para verme con una persona que extraño muchísimo. Me dormí con la telévisión prendida y soñé con Obama y la gripe porcina. Anduve en bicileta, tuve frío y entendí que el interés es frágil.
Me revolqué en una crisis y me pinté todo el cuerpo.

8.5.09

Verte


Como la droga pero sin droga, me aislás del mundo y soy un millón de serpentinas.

7.5.09

El regalo

Estaba con la Reska en la playa del balneario municipal de la ciudad de Ituzaingó, en Corrientes. Era de noche y la mayoría de la gente hacía sobremesa de camping. Nosotros, que habíamos comido una manzana, mirábamos para arriba, acostados al borde de una escalera, muy cerca del agua.
-Me encantaría que se corte la luz en todo Ituzaingó para poder ver bien el cielo -le dije a Reska.
Después de un rato de estar en silencio nos levantamos y fuimos a tomar una cerveza a un puestito, que seguía abierto, dentro del camping.

Como ya habían guardado las mesas nos quedamos parados en la barra.
Uno de los hombres que atendía me hacía acordar a un cantante español al que apodan Koala. Me dieron ganas de decirle pero me pareció un dato insignificante y no lo hice, al rato, ya me había enganchado con la charla y lo olvidé.
La Reska no estaba contento con la manzana que había cenado, por eso se pidió una hamburguesa completa. El falso koala la preparaba y, mientras tanto, comentaba las historias que su compañero nos contaba.
Nos hablaron un buen rato sobre el crecimiento de la ciudad, la pesca y Douglas Tompkins, entre otras cosas. Fue interesante hasta que, de golpe, se apagaron todas las luces.
Me di vuelta rapidamente y miré para todos lados. No se veia más que algún farol a kerosene en alguna de las carpas. Los hombres pensaron que estaba asustado y afirmaron que no pasaba nada. Yo no podía más de la ansiedad. Dije que necesitaba ir al baño y, haciendo que escuchaba las instrucciones para encontrarlo, me alejé rapidamente del puesto.
Me quedé parado solo, mirando el cielo en una ventana enorme enmarcada por la copa de los árboles. No podía controlar la alegría, me mordía los labios y sonreía, estaba seguro de que ese momento era un regalo para mí.

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Gonzalo Nogueira · http://gonzalonogueira.blogspot.com · gonieska@yahoo.com.ar